Si tienes rosácea, es probable que ya hayas experimentado cómo las condiciones climáticas, ya sea el frío o el calor, impactan directamente en la piel de tu rostro.
El enrojecimiento facial es bastante común, afectando a todos en cierta medida en algún momento. Sin embargo, para quienes padecen afecciones como la Cuperosis o la Rosácea, este enrojecimiento se vuelve más frecuente. En este caso, cuidar y tratar la piel de manera adecuada se vuelve esencial para minimizar estos efectos poco deseados.
¿Qué provoca la rosácea? La exposición al sol, cambios de temperatura, estrés, ciertos alimentos y productos irritantes son comunes desencadenantes que varían entre individuos.
La exposición al sol es un desencadenante común de la rosácea y puede aumentar los síntomas de esta afección de varias maneras:
- Vasodilatación: Los rayos UV pueden inducir la dilatación de los vasos sanguíneos en la piel. En personas con rosácea, esta vasodilatación es más pronunciada, lo que contribuye al enrojecimiento característico.
- Inflamación: La exposición al sol puede desencadenar procesos inflamatorios en la piel. En individuos con rosácea, que ya tienen una tendencia a la inflamación, este proceso puede agravar los síntomas, como el enrojecimiento y la sensación de ardor.
- Daño Cutáneo: La radiación UV puede dañar la barrera cutánea y aumentar la susceptibilidad de la piel a irritantes externos. Para quienes tienen rosácea, esto puede exacerbar la sensibilidad y la re actividad de la piel.
También en verano suele producirse un aumento de la actividad física, principalmente al aire libre, y un cambio en los hábitos de alimentación y en la toma de bebidas alcohólicas. Estos factores, al igual que ocurre con el calor y la radiación solar, contribuyen a la aparición de nuevos brotes.
Y por último, son habituales los baños en el mar y en las piscinas, siendo tanto el salitre como el cloro especialmente irritantes para la piel con rosácea.
¿Cuál es la solución para tu rosácea en verano?
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- Usa protector solar diariamente con un alto SPF.
- Opta por protector solar físico con óxido de zinc o dióxido de titanio.
- Re aplica cada dos horas y después de nadar.
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Evita la Exposición Excesiva al Sol:
- Busca sombra y evita la exposición directa durante las horas pico de radiación UV.
- Utiliza sombreros de ala ancha y ropa protectora.
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Hidratación Constante:
- Mantén la piel bien hidratada con productos suaves y sin fragancias.
- Considera usar cremas hidratantes con ingredientes calmantes como aloe vera.
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Cuidado Post-Sol:
- Después de la exposición al sol, enfría tu piel con compresas frías.
- Evita productos tópicos agresivos y opta por opciones suaves y refrescantes.
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Cuidado en el Agua:
- Ten precaución con los baños en piscinas o el mar, ya que el cloro y el salitre pueden irritar la piel.
- Aclara tu piel con agua tibia después de nadar.
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Rutina de Ejercicio Temprano:
- Realiza ejercicios por la mañana o en momentos más frescos del día.
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Alimentación Consciente:
- Identifica alimentos y bebidas que puedan desencadenar brotes y evítalos.
- Mantén una dieta equilibrada y limita el consumo de alcohol y comidas picantes.
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Consistencia con el Tratamiento:
- No descuides tu tratamiento médico y sigue la rutina recomendada.
- Utiliza productos cosméticos suaves y específicos para pieles sensibles.
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