Podemos pensar que la mente y el cuerpo como dos cosas diferentes, pero los últimos años nos han enseñado que eso no es verdad, y que por el contrario, sólo podemos entender al ser humano si lo vemos como un todo. Así, cómo nos alimentamos, si nos ejercitamos, pero también cómo nos sentimos pueden afectar el bienestar de nuestro cuerpo.
La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo, y como tal también se ve afectado por nuestros estados emocionales. Cuando sentimos vergüenza o rabia nos sonrojamos, cuando algo nos conmueve se nos eriza la piel o si sentimos miedo empalidecemos ¿Pero, por qué?
Existe una intersección del sistema neuro-inmuno-cutáneo, es decir entre el sistema nervioso, la piel y el sistema inmunitario. Las células nerviosas, inmunes y cutáneas comparten un "origen embriológico", derivando todas del ectodermo, una de las tres capas germinales del embrión ¿Y eso qué significa? Que continúan comunicándose y afectándose mutuamente a lo largo de la vida de una persona. Con eso en mente, no debería sorprendernos que estados de estrés, rabia, miedo o ansiedad puedan gatillar diversas manifestaciones en nuestra piel como acné o psoriasis.
Por una parte, la ansiedad y la depresión pueden causar una respuesta inflamatoria, la que debilita la función de barrera protectora de la piel, pudiendo irritarse con mayor facilidad, perder humedad y sanar más lentamente, desencadenando condiciones inflamatorias en el cuerpo.
Por otra parte, los estados ansiosos o depresivos también afectan la salud de nuestra piel. Por ejemplo, las personas deprimidas pueden descuidar sus rutinas de cuidado diaria, y aquellas más ansiosas sobre reaccionar utilizando demasiados productos, donde a medida que su piel reacciona, comienzan a hacer más y más en un ciclo viscoso. Tampoco podemos olvidar que estados depresivos o ansiosos pueden afectar la forma en que una persona se percibe a su misma, donde un pequeño granito puede convertirse en un gran problema, generar más estrés o ansiedad, la cual genera malestar y empeora la salud de la piel, iniciando un círculo vicioso.
En particular, el estrés puede tener diversas repercusiones en la piel, como empeorar una condición cutánea o alterar el funcionamiento adecuado de la piel. Los cuerpos bajo estrés producen más sebo en la piel, secreción oleosa que puede contribuir a obstruir los poros y agravar el acné. El estrés también puede aumentar la inflamación en el cuerpo, lo que puede empeorar el eccema, una afección inflamatoria crónica de la piel.
¿Y qué podemos hacer al respecto? ¡Tener una mirada más holística!
Somos parte de la naturaleza, donde todo está conectado y sus ciclos son perfectos, por eso creemos en enfrentar una condición o reacción cutánea de manera holística y comprensiva.
Podemos empezar por evaluar evaluando si hemos estado sometidos a situaciones estresantes o que nos han afectado emocionalmente, y si es así buscar alternativas para disminuir el estrés, para alejarnos de estímulos que nos alteran o hacen mal o buscar ayuda profesional.
Por otra parte, nuestra piel absorbe todo lo que ponemos sobre ella. Por lo que, así como nos preocupamos de alimentar nuestro cuerpo con los mejores ingredientes posibles, deberíamos hacer lo mismo con nuestra piel, nutriéndola con ingredientes naturales, fórmulas suaves y libres de tóxicos que la hidraten, recuperen y aporten equilibrio.
¿Has notado cómo afectan las emociones en tu piel?